PARTES DE LA OBRA "ARAUCANA"- LA GUERRA ENTRE ESPAÑOLES Y MAPUCHES DE ALONSO ERCILLA

CANTO I

[...] Los españoles hechos hazañosos
el error confirmaban de inmortales,
afirmando los más supersticiosos
por los presentes los futuros males;
y así tibios, suspensos y dudosos,
viendo de su opresión claras señales,
debajo de hermandad y fe jurada,
dio Arauco la obediencia jamás dada.

Dejando allí el seguro suficiente
adelante los nuestros caminaron;
pero todas las tierras llanamente,
viendo Arauco sujeta, se entregaron;
y reduciendo a su opinión gran gente,
siete ciudades prósperas fundaron:
Coquimbo, Penco, Angol y Santiago,
la Imperial, Villa- Rica y la del Lago.

El felice suceso, la vitoria,
la fama y posesiones que adquirían
los trujo a tal soberbia y vanagloria,
que en mil leguas diez hombres no cabían,
sin pasarles jamás por la memoria
que en siete pies de tierra al fin habían
de venir a caber sus hinchazones,
su gloria vana y vanas pretensiones.

Crecían los intereses y malicia
a costa del sudor y daño ajeno,
y la hambrienta y mísera codicia,
con libertad paciendo, iba sin freno:
la ley, derecho, el fuero y la justicia
era lo que Valdivia había por bueno,
remiso en graves culpas y piadoso,
y en los casos livianos riguroso.

Así el ingrato pueblo castellano
en mal y estimación iba creciendo,
y siguiendo el soberbio intento vano,
tras su fortuna próspera corriendo;
pero el Padre del cielo soberano
atajó este camino, permitiendo
que aquel a quien, él mismo puso el yugo,
fuese el cuchillo y áspero verdugo.

El Estado araucano, acostumbrado
a dar leyes, mandar, y ser temido,
viéndose de su trono derribado
y de mortales hombres oprimido,
de adquirir libertad determinado,
reprobando el subsidio padecido,
acude al ejercicio de la espada,
ya por la paz ociosa desusada.

Dieron señal primero y nuevo tiento
( por ver con qué rigor se tomaría),
en dos soldados nuestros, que a tormento
mataron sin razón y causa un día;
disimulóse aquel atrevimiento,
y con esto crecióles la osadía;
no aguardando a más tiempo, abiertamente
comienzan a llamar y juntar gente. [...]

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